Así describe Francisco Meroño, piloto republicano exiliado en la URSS, el día en el que los alemanes entraron en la Unión Soviética.
“Añoramos a nuestra Patria y a nuestras madres, recordamos las caricias y las reprimendas, sin embargo, habíamos adquirido una segunda Patria y ahora una fuente de gozo llena de alegría nuestros corazones cuando, también confiados y engañados como todo el pueblo soviético, que, merced a las imperantes doctrinas, confiados en una pronta victoria contra el fascismo, nos olvidamos de todas las vejaciones que nos han hecho durante los veintitrés meses de sufrimientos, discriminaciones, fríos y hambre pasados en este “Paraíso”. <...> Aquellos que trabajamos los domingos nos quedamos también en casa celebrando el acontecimiento, para nosotros es la mejor salida de la vida que a duras penas arrastramos, vivimos el purgatorio de la fabrica y el infierno de la vida social, no podemos acostumbrarnos a nada de lo que vive este pueblo, a la hipocresía que abarca a todas las ramas, a la discriminación de que somos objeto, ya no somos nadie, parias, ni rusos ni españoles, nos llaman “emigrados políticos” así que nos miran como a la basura, aquí no quieren a los emigrados extranjeros, y todavía tenemos que darnos por contentos, pues muchos emigrados de otros países ya fueron a parar a Siberia, nosotros, los españoles, a lo mejor estamos en turno...”
Este es un fragmento de las memorias de un piloto republicano, Francisco Meroño (1917-1995) que en 1939 emigró a la URSS donde luego participó en la Guerra Patria. El libro se llama “Así como fue” (Madrid, 2005). Su presentación tuvo lugar en la embajada de Rusia en Madrid el 9 de mayo de 2006, en relación con el Día de la Victoria sobre la Alemania nazi.
Es un libro muy amargo que desentona con todo lo que estamos acostumbrados a oír sobre la vida de los emigrados españoles (“niños de la guerra” incluidos) en nuestro país. Se suele pensar que fueron recibidos como queridos huéspedes que, eso sí, tuvieron que compartir -voluntariamente o simplemente obligados por las circunstancias- todas las penurias de la guerra. En lo que se refiere a los pilotos, estos incluso se ven como un grupo privilegiado en aquellos años. Sin embargo el piloto Francisco Meroño habla sobre el hambre y el frío que los españoles pasaron en Moscú incluso en los años anteriores de la guerra, sobre como pedían ropa en la Cruz roja porque el salario que les pagaban en la fábrica de automóviles “Stalin” (más tarde llamado ZIL ) no era suficiente para comprarla, sobre los chinches que pasaban de un hombro a otro en un tranvía rebosante de gente por la mañana, sobre prostitución, traiciones matrimoniales, sobre delaciones y miedo, sobre la vida acomodada de la élite política española en la emigración y sobre la hipocresía que reinaba en el país.
Seguro que algunos protestarán contra esta visión “negra” de aquellos años. Pueden hacerlo aquellos que han sobrevivido a algo semejante a lo que cuenta Meroño. Quedan pocos aviadores españoles que estuvieran en la emigración en la URSS, pero alguno queda. Por ejemplo en la fiesta en la embajada estuvo presente el coronel del Ejército Soviético José María Bravo, también participante en la guerra civil española y en la Guerra patria soviética. Hace un años varios periódicos españoles escribieron sobre el antiguo piloto Luis Lavín -esta vez uno de los “niños de la guerra”- que en 1941 cumplió 16 y en 1942 ya participaba en combates aéreos. Los periódicos se interesaban más que nada en sus peripecias durante su primera (en 1956) y durante la segunda y definitiva (en 1993) vuelta a España cuando él y su mujer literalmente apenas tenían algo para vivir.
En el preámbulo del libro “Así como fue” está escrita la frase de Meroño de que en sus anteriores libros de memorias (“De nuevo al combate” y “Le llamaban diablo rojo”, publicados por primera vez en ruso en 1970 y 1982 respectivamente, y en 2005 editados por su hija Dolores en español) “relatamos aquellos acontecimientos vividos dándoles el matiz que requería la situación política cuando todo lo negativo era rigurosamente denegado” y por eso, en la tercera parte de las memorias, parece como si Meroño acumulara todo lo que había quedado silenciado.
Cualquier persona más o menos interesada en el tema también echaba en falta una visión crítica. Por ejemplo cuando se lee sobre los heroicos españoles a los que lanzaban en paracaídas sobre unas partidas de guerrilla en los bosques bielorrusos o algún sitio por el estilo, se atisba algo absurdo. Pero como nadie habla de eso, piensas que eres tú quien no lo entiende. Y he aquí las palabras de Meroño:
“Efectivamente, para los españoles arrojarse en paracaídas en un territorio ocupado sin conocer el idioma, la naturaleza, las costumbres, la orientación dentro de esos bosques interminables, los fríos y muchísimas y muchísimas cosas más que surgirán cuando estemos caminando por allí. Yo tengo la impresión de que la tarea fundamental de la URSS consiste en deshacerse de esta gran masa de extranjeros aquí residentes, nos tiran en la retaguardia enemiga y se quitan el ´dolor de cabeza´.”
Entre tanto, aviadores con una valiosa experiencia de combates en España difícilmente lograban el derecho a volar.
Francisco Meroño murió en Moscú en 1995 sin terminar el manuscrito. Quedaron muchas partes oscuras, interrogaciones en los márgenes, contradicciones. Su hija, Dolores, redactó el libro y lo publicó en España por su cuenta, reacia a las condiciones que querían imponer las editoriales. Aunque la redacción del manuscrito no está del todo conseguida, eso no quita el gran interés de su contenido.
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FOTO: El antiguo director técnico del Museo de Aviación de Cuatro Vientos Juan Manuel Riesgo, la hija del piloto Dolores Meroño y el diseñador Paco Canales
Hicimos varias preguntas a Dolores Meroño:
- ¿Conoce a muchos de los personajes del libro de su padre?
- Sí, muchos de los españoles a los que menciona mi padre, vivieron en Moscú hasta los años 80, y prácticamente les conocía de vista a todos.
- Y en Madrid ¿hay alguna asociación de los antiguos pilotos?
- Hay una asociación de antiguos pilotos republicanos, a ellos también les conozco, pero quedan ya muy pocos.
- ¿Muchos de ellos pasaron por Rusia o tuvieron monitores rusos?
- Sí, los grupos de pilotos pasaban por las escuelas de Kirovobad y Járkov. Luego volvían aquí, a España. Mi padre se apunto a una convocatoria para formar pilotos y en diciembre de 1936 partió para la URSS. Desde enero hasta abril de 1937 estudió en la escuela de vuelo en Kirovobad (Azerbaidzhan) y luego volvió a España.
- ¿Cómo fue su vida después de la guerra civil, cuando tuvo que emigrar?
- En 1939 mi padre huyó de España a través de los Pirineos y acabó en un campo de concentración. La Cruz Roja les ayudó a salir. Su grupo, de 20 personas, llegó a Rusia. Cuando empezó la Guerra Patria esperaban que los soviéticos liberaran Europa, España y que pudieran volver pronto. Pero eso no ocurrió. La guerra duró muchísimo tiempo. Ellos se integraron en el Ejercito Rojo y empezaron a luchar. Tuvieron que de alguna manera que organizar su vida. Ingresaron en el Partido, adquirieron la ciudadanía soviética. No pudieron volver a España, simplemente se vieron obligados a quedarse en la Unión Soviética. Mi padre fue condenado a la muerte en España, derribó aquí más de 20 aviones franquistas. En 1948 sucedió un caso muy desagradable, uno de los pilotos españoles secuestró un avión y voló a Turquía. Y el gobierno soviético empezó a sospechar de traición a todos los españoles. Les despidieron de todos los puestos relevantes, les echaron de la aviación. Mi padre se puso a trabajar en una fábrica. En 1957 cuando Franco declaró una amnistía, los pilotos pudieron volver a España sin ninguna consecuencias. Pero en aquel año nací yo, y mi padre no se atrevió a marcharse. En 1964 Cuba buscaba a especialistas que entendieran de aviación y supieran el idioma, y muchos españoles se fueron a trabajar allí. Entre ellos mi padre. Vivimos allí cinco años. Luego volvimos a la URSS, y en 1970 mi padre se jubiló debido a una enfermedad, influyeron, sin duda, las secuelas de la guerra porque en 1943 en el llamado “arco de Kursk” fue herido de gravedad, así que desde aquel entonces no volaba en aviones de combate sino que era monitor.
- Cuente un poco sobre su familia.
- Mi madre es rusa, tiene más de 80 años y vive en Moscú. Mi hermano me lleva 12 años, es ingeniero-economista. Me licencié en la Universidad lingüística estatal de Moscú (“Maurice Thorez”) como traductora. Hice prácticas también en Cuba. Mi marido es cubano y estudiaba en Rusia. Al principio de casarnos nos fuimos a vivir a Cuba. Ahora vivimos en Madrid pero yo visito a mi madre en muchas ocasiones, en fin, que vivo en el avión.
El diseño de los tres libros de Meroño editados en España lo ha realizado el diseñador Paco Canales. Es curioso que los principales entusiastas de los libros y los colaboradores de Dolores son las personas interesadas en la historia militar y, en particular, en la aviación. Paco por ejemplo tiene un gran conocimiento sobre aviones militares, es miembro de la Fundación Infante de Orleans (el infante Alfonso de Orleans fue uno de los primeros aviadores españoles). La fundación se dedica a reconstruir viejos aviones.
Otro amigo de Dolores es Juan Manuel Riesgo, antiguo director técnico del Museo de Aviación en Cuarto Vientos (Getafe, Madrid). Por cierto, casado con una cubana, profesora de ruso. Un nudo ruso-hispano-cubano. Juan Manuel habla con entusiasmo de que hace poco tiempo despegó, por primera vez al cielo madrileño después de la terminación de la guerra civil, el avión de caza “Polikárpov I-16” que los republicanos llamaban “mosca” y los nacionales, “rata”.
- Es un avión glorioso, ya que precisamente ese avión impidió a Franco a tomar Madrid. La historia de esa pieza es la siguiente: en Kazajistán encontraron los restos de unos 5 ó 6 aviones. Los compraron unos aficionados de Nueva Zelanda y los reconstruyeron. La Fundación Infante de Orleans compró uno de ellos y lo trajo a Madrid.
Este avión lo pintaron de colores y con los emblemas personales de José María Bravo que durante la guerra civil fue comandante de una escuadra de “moscas”.
Esta gente es aficionada a la técnica y a la historia militar. La política no les interesa. Para ellos no existen rojos ni azules ni blancos, tan solo militares. Juan Manuel sigue hablando:
- Ignacio Hidalgo de Cisneros antes de la guerra civil dirigía una escuela de pilotos de caza en Alcalá de Henares. Y a su mando estaban los futuros mejores pilotos de Franco: Joaquín García Morato y Carlos Haya. Cuando en la batalla de Teruel fue abatido Carlos Haya, Joaquín García Morato escribió a Cisneros y a Camacho Benítez, dirigentes de la aviación republicana, una carta donde pidió que el cuerpo del piloto lo devolvieran a su viuda. Y escribió así: “Me dirijo no a los antiguos amigos ni a los enemigos de hoy sino a los compañeros de armas...” Esta carta se guarda en nuestro museo... Por su parte un piloto republicano, Joaquín Calvo, cuenta que una vez se quedó en pleno combate sin municiones, pero su adversario, al darse cuenta de ello, en vez de atacarle, le saludó. Algunos indicios sugieren que era García Morato. Y Joaquín Calvo todavía está vivo. ¡Así que la historia de la aviación es muy bonita!