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Españoles en nuestra guerra

Mar, 01/01/2002 - 00:00
Libro de Memoria

En el Libro de la Memoria elaborada por el Centro Español de Moscú están los nombres de 205 españoles que fallecieron como combatientes en la Gran Guerra Patria (1941-1945) y los de 211 más que murieron por enfermedades y hambre en la guerra y en los primeros años de posguerra.

En la investigación “Los niños españoles en la URSS. 1937-1997” (Barcelona, 2001, autores: Marie Jose Devillard y otros) se dan las siguientes cifras: cuando estalló la guerra, en la Unión Soviética se encontraban cerca de 3.000 niños españoles y cerca de 1.000 emigrantes políticos (los datos son del mismo Centro Español).

Cerca de un centenar de “niños españoles” se alistaron como voluntarios en el Ejército Rojo. Esta cifra se “opone a quienes, recordando a los muertos, argumentan que los jóvenes sirvieron carne de cañón, y a quienes subrayan que los voluntarios contravinieron las consignas oficiales”. Según la opinión de los autores, estas cifras no confirman la idea de que ese fuera un movimiento generalizado, a pesar de las afirmaciones de testigos.

No parece lógico poner en duda los testimonios. Es bastante natural suponer que esos chicos que vivían en las “casas de niños” y “casas de jóvenes”, lejos de lazos familiares, exclusivamente con una vida social en Rusia, y además educados precisamente como combatientes-internacionalistas hubieran querido ir al frente.

Niños españoles en la URSS

Pero, en efecto, al comienzo de la guerra existió una directiva oficial que no permitía el acceso a unidades regulares a los españoles. Se les permitió el acceso más tarde (en 1942). Pero se puede imaginar que al mismo tiempo les seguían imponiendo la idea de que su vida valdría más luego, para el “trabajo” en España.

Esa fue la explicación oficial. Pero probablemente existía otra razón: la desconfianza de los poderes hacia cualquier extranjero.

Sin embargo, muchos españoles participaban en la guerra en Rusia desde el principio. En el frente, especialmente desde Leningrado, se colaron incluso algunos adolescentes.

¿Dónde y en calidad de qué, luchaban los españoles? Mucha información sobre esto se encuentra en el libro “Heroísmo español en Rusia” (Madrid, 1981, compilador Roque Serna Martínez).

De manera que al principio no se les permitió la entrada en el Ejército regular. Sin embargo en los comienzos de la guerra el Ministerio de Interior en Moscú formó la Brigada de Misiones Espaciales que incluía un contingente variopinto compuesto de deportistas, chequistas y emigrantes de diferentes países, entre ellos 119 españoles y 6 españolas.

Por cierto, en el marco de la Brigada actuaba el grupo de Dmitri Medvedev al que pertenecía el explorador tal vez más famoso de Rusia, Nikolai Kuznetsov. Bajo el mando de Medvedev también lucharon varios españoles.

Las “misiones especiales” consistían en la organización de sabotajes en la retaguardia enemiga y en la ayuda al movimiento guerrillero. La Brigada colocaba minas en el acceso a Moscú cuando los nazis intentaron entrar en la ciudad. Después se convirtió en una especie de base de la guerrilla.

No es extraño que la mayoría de los españoles para quienes estaba cerrado el Ejército pero querían participar y, además, contaban con la experiencia de la guerra civil española, acabaran enrolados en el movimiento guerrillero.

Cuando en 1941 el Ejército Rojo salió de Járkov (un gran centro industrial en la Ucrania Oriental), en la zona se quedó para organizar sabotajes, la unidad del coronel Ilia Stárinov. Este había estado durante un año en España y entre los trabajadores de la fabrica de tractores, con asombro, encontró a un conocido suyo, el ex coronel del ejército republicano Domingo Hungría. De este modo al grupo de Stárinov se unieron 22 españoles de los que trabajaban o estudiaban en Járkov.

Entre ellos se encontraba un tal Francisco Gull ón de Madrid. Participó en la guerra civil, luego emigró a la Unión Soviética y estaba estudiando en Járkov en el Instituto de Lenguas Extranjeras. Pronto se convertiría en uno de los más destacados comandantes guerrilleros españoles. Iba a encabezar operaciones en los hielos del mar de Azov: los guerrilleros cruzaban el golfo de Taganróg congelado desde la costa meridional hacia la septentrional, ocupada por alemanes, y tras colocar allí explosivos, volvían a “su” costa. Hay que imaginarse el “exotismo” para los españoles, la zona tenía de 40 a 50 km. de hielo y nieve y allí soplaba ul viento que volcaba los trineos.

Algunos de los españoles que habían trabajado en Járkov y fueron evacuados con su fábrica a Stalingrado cuando los alemanes se acercaron a esta ciudad, también se convirtieron en guerrilleros. (Por cierto, precisamente en Stalingrado murió Rubén Ruiz Ibárruri, hijo de la Pasionaria y teniente del Ejército Rojo).

Los españoles se integraron en a la unidad 00125 (la Escuela Operativa especial), que encabezó el mismo Stárinov. Se encontraba en los alrededores de Moscú y allí se concentró la mayoría de los españoles: los que con el capitán Peregrín Pérez Galarza habían defendiendo Moscú en la Brigada de Misiones Especiales, la gente de Domingo Hungría, la de Francisco Gullón.

No nos importan ahora los detalles de la organización y de la reorganización de las unidades guerrilleras. Lo que nos importa es saber que los españoles se encontraban en la retaguardia enemiga en la región de Leningrado, en el Cáucaso del Norte, en Ucrania, Bielorusia y más tarde en Polonia, Rumanía....

españoles artilleros
españoles pilotos

Sólo una pequeña parte de los españoles lucharon en unidades regulares, como ingenieros-zapadores, artilleros.

“De manera episódica” participaron pilotos españoles en las batallas aéreas en Moscú, entre ellos un grupo de ex “niños de la guerra” que hicieron un cursillo especial en 1941-1942.

El piloto Leopoldo Morquillas (“Heroísmo español en Rusia”) dice que cuando empezó la guerra en Rusia, allí residía un número de pilotos españoles suficiente para formar por lo menos dos regimientos de caza de primera calidad, pero no les pudieron organizar, en parte, porque estaban dispersos por el país, y, con pocas excepciones, todos acabaron como guerrilleros.

“Muchos de aquellos cuadros del ejército del aire tropezaron con muchas dificultades al actuar en tierra: desconocían prácticamente el idioma ruso, las costumbres, los masivos e interminables bosques, las montañas, encrucijadas y otras particularidades de este extenso territorio”.

Estas dificultades las experimentaban no sólo los pilotos. Existen anécdotas relacionadas con los escasos conocimientos del idioma, son numerosos en los relatos de guerrilleros españoles. Uno de ellos, queriendo parar un poco el caballo, que arrancó con demasiada energía para el jinete (que no había montado un caballo desde su infancia), le gritó, naturalmente, “¡So-o-o!”, pero el caballo aceleró. Sólo después le explicaron al hombre que, tal vez, al caballo le pareció lo más parecido a “¡No-o-o!” (que es “¡Arre!” en ruso). Otra anécdota es más macabra: el superior ordenó a dos españoles que le llevasen una “lengua” (en terminología militar, significa captar a alguien quien pueda dar información sobre localización del enemigo, caminos, etc.). Sin poder abrir la boca a ningún cadáver tirado por allí, los españoles por si acaso, y no entendiendo bien para qué, le trajeron a su comandante una… oreja (se nota que procedían del país de las corridas). Más complicado les resultaba cuando les lanzaban con paracaídas a la retaguardia y, en ocasiones, tenían que actuar por su propia cuenta.

Tal vez, lo tuvieron más fácil los brigadistas internacionales en España, por lo menos allí veían la línea del frente y actuaban “en su propio lado”.

Parece que desorganización, inevitable en el frente, afectaba, más si cabe a los españoles. Uno de los combatientes de la Brigada de Misiones Especiales, Carlos García Fermín, recuerda:

“…La misión a cumplir en el ´Arco de Kursk´ constituyó para mí una descomunal incógnita. Recorríamos el frente en una situación originalísima: no combatíamos, ni pertenecíamos a nadie, ni apenas comíamos. Me consta que Canel (un comandante) y alguna otra persona visitaban a diario los puestos de mando de las unidades soviéticas con el noble propósito de buscarnos ocupación, de emplearnos en algo más o menos digno de nuestra condición de combatientes”.

Unas consecuencias más trágicas tenían los lanzamientos mal organizados, o simplemente sin suerte, al otro lado del frente, a veces, directamente en alguna aldea llena de alemanes. Para algunos españoles, igual que para los “soviéticos”, estos lanzamientos acababan con la muerte.

A pesar del título un tanto simplista del libro mencionado, “Heroísmo español en Rusia”, sus personajes guardan sentido de humor y cierto espíritu crítico:

“- No sé si es cierto –dice el autor, y a la vez entrevistador, a un ex guerrillero Ismael Sin Pueyo- pero yo he leído que tú y Martínez volasteis por lo menos 17 trenes, y también escriben lo propio de Felipe, Fina, Pinto y Carrillo. ¿Me puedes decir si es verdad?
- Pues, verás, Serna: yo lo único que te puedo decir es que el teniente mayor que salió con nosotros de la escuela de guerrilleros, al regresar a Moscú informó que entre 24 que actuamos en el destacamento de Shapoválov fueron volados 25 trenes; que participamos en distintos combates; que minamos el ferrocarril, puentes, carreteras, etc. Pero lo que sí te puedo afirmar con toda seguridad es que yo, con mis propios ojos, vi volar sólo un tren por las minas colocadas por mí mismo”.

Que sea “con toda seguridad” sólo un tren. Pero que fue él. Ese es el hecho.

También es un hecho que uno de cada tres españoles que participaron en la Guerra Patria, resultó muerto. Dieron su vida por nuestro país, que para ellos era “la patria de los obreros del mundo”.

Libros de ocasión y nuevos, con una sección de libros relacionados con Rusia y otra con libros en ruso y bilingües.
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